Al llegar a casa en Madrid, después del fin de semana en Toledo (nos habíamos llevado a Junior, ahora que ya come solito), nos hemos encontrado con que Amélie ha puesto dos nuevos huevos, y los está incubando. La verdad es que me inspira una ternura infinita ese animalito, echado en su nido. Esta vez ha elegido un cenicero redondo de cristal donde le dejamos muchas semillas para comer, así que puede con facilidad alimentarse mientras empolla; todo esto en la cocina, que es donde han pasado el fin de semana. Como ya hemos calentado el salón, y por tanto el balcón-terraza tiene una buena temperatura, hemos trasladado allí a las dos tórtolas adultas. Después de pensarlo, hemos optado por cambiar los huevos que ha puesto Amélie este fin de semana por los dos primeros que puso antes de la llegada de Walter, por tanto sin fecundar; ella ha aceptado el cambio, a pesar de que los que tiene ahora estaban fríos, y encima le hemos cambiado el nido de sitio: el cenicero está ahora dentro de los nidos colgados que hay en el balcón, fabricados con porta-tiestos. Y, curiosamente, cuando Amélie se ha levantado del nido ha acudido Walter, relevándola sobre los huevos, cosa que no hizo la última vez, así que tal vez está mejorando en su experiencia como padre.
Lo que no cambia es la ojeriza que Walter le tiene a Junior, su propio hijo, al que ataca cruelmente siempre que tiene ocasión. Junior adopta en su presencia la misma actitud que con su madre, es decir, pía lastimosamente y agita las alas de un modo especial, en solicitud de comida. Cuando Walter lo pica (y lo hace con mucha fuerza), Junior se aparta, o sale volando, y Walter lo suele seguir. Normalmente impedimos estos enfrentamientos, pero será una lástima que no puedan convivir los tres en paz.
domingo, 6 de diciembre de 2009
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