(A la izquierda, Amélie; a la derecha Junior. Ambas son hembras, madre e hija)
Las tórtolas son muy territoriales. Al poco de nacer, cuando apenas les han salido las plumas y empiezan a alimentarse por sí mismas, los retoños son expulsados del nido sin demasiadas contemplaciones; fue lo que ocurrió con Junior. Mis tórtolas entonces se han repartido la casa, en zonas de influencia: el balcón exterior (protegido con un plástico en invierno), es para los padres, Walter y Amélie; la repisa del perchero, en el pasillo, es de Junior. En medio está el salón, y al otro lado la cocina, terrenos de pugna abierta, aunque el salón es un poco más de la pareja y la cocina un poco más de Junior. Cuando dos tórtolas están a la vez en un mismo espacio, comienza un juego de comportamiento donde influyen el poder físico, el estado de ánimo, la presencia o ausencia de seres humanos, de comida y quién sabe cuántas cosas más.
Pero este comentario quiero hacerlo para referirme a algo bastante insólito que no hace mucho estoy presenciando. Como ya he comentado anteriormente, el cortejo del macho a una hembra se compone, entre otras cosas, de una parada demostrativa en la que el macho hincha el pecho, y realiza una serie de "reverencias" acompañadas rítmicamente con un sonido peculiar, un canto profundo a modo de grito; Walter le dedica a Amélie estos movimientos, y como macho ávido que es, también a Junior, a su reflejo en el espejo, a la tórtola dibujada en la caja de comida, y al lucero del alba si llega el caso. Hasta aquí, todo normal. Lo que ya no lo es tanto es que Amélie, estando en el salón, y con la evidente intención de achantar a Junior y echarla de la habitación, adopta este mismo papel de macho con todo detalle: se hincha y canta, exactamente igual que un macho cortejando a una hembra, a pesar de que por supuesto Amélie es hembra.
Es decir, Amélie hace la parada nupcial a su hija Junior, y esta, molesta, se va. Es una tentación hacer comparaciones con los seres humanos, y también un error. Pero de lo que no cabe duda es de que el cortejo masculino supone también una demostración de superioridad física y por tanto de dominio, hasta el punto de que una hembra lo usa para ahuyentar a otra. Esto ocurre solamente en el salón (terreno neutral), puesto que si Junior entra al balcón (cosa que intenta a menudo), es expulsada sin contemplaciones a picotazos y aletazos (tanto si en el balcón están sus dos padres, como si solo hay uno cualquiera de sus progenitores); también Junior expulsa a los que entran en su santuario.
De paso, se comprueba lo extremadamente difícil que es averiguar el sexo de una tórtola por su comportamiento, ya que por ejemplo Amélie es claramente de mayor tamaño que Junior, canta, y hasta es capaz de cortejarla; si no fuera porque pone huevos, ¡cualquiera diría que es un macho!