De izquierda a derecha: Amélie, Walter, y Junior
Me ha desazonado un poco ver que no han bebido, en el poco tiempo que yo he estado presente, a pesar de que por fuerza debían de tener sed, ojalá se adapten a los bebederos y comederos que hay instalados.
Esta es, no cabe duda, una pruba de fuego para las tórtolas, y para mí. Si por lo que sea no pueden sobrevivir, significaría en la práctica que hay un impedimento fortísimo para que yo pueda tener tórtolas en casa, porque querría decir que no puedo ausentarme más que poquísimos días de ella, y no puede ser que así deba ocurrir para el resto de mi vida. Me daría muchísima pena, eso sí, si alguna de ellas fallece en estas dos semanas, no digamos si mueren todas.
Sé que es una perspectiva muy pesimista, que además no resulta lógica; lo natural es que el entorno que tienen ahora, objetivamente mejor que el de mi casa, les resulte al menos suficiente para sobrevivir. Solo carecerán de una cosa: seguimiento y cuidado personalizado prácticamente constante.
Pero, por duro que sea el resultado, me parece importante que quede constancia de lo que ocurra en este blog, y por tanto me comprometo a describiros a la vuelta qué ha pasado con mis tres tesoritos. Crucemos los dedos... las quiero tanto... finalizo con unas fotos de las instalaciones donde han quedado.