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Secándose tras el accidente |
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En el nido, ya recuperada |
Esta mañana ha ocurrido un grave accidente con la cría. Los viernes nos levantamos un poco más tarde, y hoy no le hemos echado el vistazo matinal, a eso de las 8, por una vez nos hemos retrasado hasta las 10. Y a las diez, miro ¡y el nido está vacío! Bueno, eso en principio no es tan malo, seguro que ha saltado al suelo y está en algún rincón... en pocos segundos hemos visto lo que pasaba: ha tratado de saltar al nido que está enfrente, a unos tres metros, algo totalmente imposible para la cría, que no vuela, pues apenas si tiene la mitad de las plumas. En cambio, ha caído a los pies del nido de enfrente donde tenemos... ¡la bañera! Ahí, con las alas extendidas y completamente rígida, estaba. ¿Cuánto llevaría? ¿Una hora, dos?... La hemos sacado, y la primera impresión es que estaba muerta, pobrecita. Las plumas se le habían pegado por completo al cuerpo, y su postura rígida hacía pensar en un pájaro al que le ha pasado por encima un coche, tan plano y tieso estaba.
Boqueaba, pobrecita, cada pocos segundos, marcando un ritmo agónico. "Está agonizando", dijo mi compañero. Pobrecita, pobrecita. Con una toalla suave hemos secado su cuerpecito, y la hemos puesto junto a una estufa de infrarrojos. El agua debía estar a unos 15 grados, y las tórtolas están a unos 40 grados, así el choque térmico ha sido descomunal.
Durante cinco minutos ni se ha movido, aunque parecía que respiraba un poco más rápido. Luego, se ha puesto a temblar, lo que es una buena señal porque significa que estaba recuperando la vitalidad. Tras al menos un cuarto de hora ha empezado a dar señales de movimiento en las patas, nosotros hemos procurado que, sin quemarse, estuviera siempre caliente por todos lados.
Amélie y Walter se acercaban a veces, sin dar síntomas de alarma ni saber qué hacer, yo creo que ni reconocían a su cría.
Luego, poco a poco, se ha ido recuperando, y hasta aleteaba cuando algún progenitor se acercaba, aunque no se podía erguir y ni siquiera piaba.
Y, como un milagro, se ha recuperado del todo; puesta de nuevo en el nido, sus padres la han alimentado varias veces, y ahora parece tan vivaz y sana como siempre.
Yo digo que me la quiero quedar en casa, Félix dice que estoy loco. No sé, el caso es que estoy muy contento, y cuando esta tarde nos vayamos de fin de semana dejaremos todo lo más libre de peligros que podamos, porque lo más probable es que vuelva a salirse del nido. Ay, qué angustia voy a pasar hasta el domingo por la tarde...