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De izquierda a derecha: Junior, Amélie y Walter en el Indiana Camp.
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Esta es una entrada en el blog que nunca hubiera deseado haber escrito. El pasado 25 de abril tuve que ingresar por segunda vez en el Hospital de la Princesa, tras sufrir tres noches consecutivas de fiebre y ahogo, ya no podía demorarlo más. Nuevamente un tratamiento simple de oxígeno me hacía recuperarme en gran parte, lo que parecía apuntar a alguna causa ambiental, y ahí salió de nuevo la hipótesis de las tórtolas. Como es natural, yo reclamé pruebas médicas fehacientes, no dejarse llevar por la mera sospecha. Y las pruebas (TAC, IGg de antígenos a tórtolas), fueron esta vez inequívocas: se trata de una neumonitis extrínseca por hipersensibilidad a las proteínas de las tórtolas. Los datos resultaron tan claros que incluso me suspendieron un lavado bronquial (broncoscopia), ya que no hacía falta; espero aún el resultado de más análisis, pero con los ya existentes hay una franca seguridad de haber encontrado el origen del problema.
A partir de aquí estoy recibiendo tratamiento con corticoides, y noto franca mejoría en mi respiración, no tengo fiebre y baja mucho menos la saturación de oxígeno al caminar, en definitiva parece que me estoy recuperando.
La mala noticia es, por supuesto, que tengo que dejar de convivir con mis tres queridas tórtolas, algo que de rebote también afecta a mi compañero. Es más, del hospital he tenido que venir a mi casa familiar en Toledo directamente, pues no podía regresar al piso. La primera medida ha sido llevar las tórtolas a la granja escuela de mi primo, "Indiana Camp", situada cerca de Toledo, donde hay instalaciones adecuadas y además ya residen algunos descendientes de Walter y Amélie, el último de ellos Moisés, ¿lo recordáis? Ni siquiera he tenido el amargo consuelo de despedirme de mis tórtolas, pues debo evitar todo contacto. Este viernes pasado, día 3 de mayo, salieron de mi casa y emprendieron una nueva vida en su nuevo hogar.
Las fotos que pongo son de hoy domingo, un par de días después, remitidas por mi primo, dueño de Indiana Camp. Me dijeron que Moisés está grande y precioso, y aunque estaba en pareja con lo que pensábamos una hembra, no debe de ser así ya que no han procreado. Sé que Walter y Amélie seguirán formando una pareja amorosa (con razón llamamos "tortolitos" a los novios acaramelados), pero nos preocupaba Junior, siempre tan mimada y emparejada (aunque sea contra natura) con mi compañero.
Me llama agradablemente la atención que en las fotos mis tres tórtolas aparezcan apaciblemente juntas, algo muy difícil en mi piso de Madrid, donde la pareja y su hija tienen zonas muy delimitadas, se ve que el nuevo terreno neutral ha servido para que se unan. Además, me dijeron que desde el principio Moisés y su compañero se interesaron en Junior, algo que me alegra también, ya que presagia nuevas relaciones y compañía mutua.
En la primera foto vemos que Moisés (canela, con cuello gris), aparece al fondo de mi trío de tórtolas; en la segunda, Moisés y Junior comparten momentáneamente un nido... seguro que se van a llevar muy bien.
Un niño anónimo disfruta de la compañía de Walter, ¡quién lo ha visto y quien lo ve, con lo tímido que era! Al fondo, sobre la cabeza del niño, la cabecita de Paulo, el que ha sido hasta ahora compañero de Moisés, el más veterano en Indiana Camp y que ahora disfruta de una pequeña bandada.
Creo con sinceridad que mis tórtolas estarán bien, los animales se adaptan de modo natural a su entorno, y este no es ni mucho menos malo; van a estar bien cuidadas, y su espíritu gregario estará satisfecho con unas relaciones más ricas. Eso, creo yo, es lo que hace que se vean atraídas por los seres humanos, de algún modo nos confunden con sus iguales, y hacen lo imposible por no quedar aisladas. Por ejemplo Junior trataba de no irse a dormir a su hora natural, sino cuando lo hacíamos nosotros, a veces después de la 1 de la madrugada... todo eso ahora queda atrás, empiezan una nueva vida.
No os oculto que siento pena, muchísima. Hemos llorado mucho. Pero superaremos este sufrimiento, con el enorme consuelo de que mis tórtolas no van a sufrir. Tal vez nos echen un poco en falta al principio, pero sin duda no se van a deprimir, ni realmente padecerán. Una vez recuperado, y con todas las precauciones del mundo, sí me gustaría verlas muy de vez en cuando; tal vez si es así coloque fotos del evento en el blog, pero de momento el sentido del mismo, contar las andanzas de unas tórtolas en un piso de Madrid, ya no existe, por tanto lo doy por clausurado.
Sí procuraré contestar cualquier tipo de pregunta sobre cuidado, alimentación o lo que se tercie. Desde aquí quiero agradecer todo el apoyo que me habéis dado en estos años, yo nunca planeé tener tórtolas y he descubierto todo un mundo con ellas. Sé sin duda que me han hecho mejor persona, más sensible, cuidadoso, respetuoso, y capaz de afrontar la vida; y no exagero ni un poco.
Como ironía del destino, esta tarde, a la puesta del sol, una tórtola turca de las que viven en la plaza frente a mi casa de Toledo, se ha colocado a la altura del mirador, en una barandilla a unos tres metros de mí. No tenía ningún miedo, y ha estado bastantes minutos descansando. Es una tórtola muy joven, con el pico grande y ese aspecto como de peluche de los ejemplares juveniles. Al levantarse he visto que tiene ya su cola formada, y cuando ha querido ha dado un elegante vuelo hasta un gran ciprés donde seguramente vive. Las tórtolas serán siempre mis amigas.
Así pues, quedo a vuestra enterísima disposición. Si alguien quiere escribirme, mi correo es: