(Las tres tórtolas con mi compañero Félix. De izquierda a derecha, Amélie, Walter, y Junior.
Obsérvese el parecido entre Walter y Junior)
Definitivamente se han consolidado las relaciones entre las tres tórtolas de mi casa:
Amélie, la que originó todo entrando un día por la ventana de mi casa, es una hembra fuerte y buena. Pone huevos continuamente (por eso la dejo dos o tres semanas que empolle unos huevos no fecundados, para que no ponga tan seguido), y prodiga cuidados amorosos a Walter. Cuando está a solas con Amélie a veces convive pacíficamente, y a veces le lanza picotazos.
Walter, el macho blanco que compré unos meses después, es un macho absoluto; corteja a Amélie, pero también a Junior, al dibujo de la tórtola de la caja de comida, a su reflejo en los espejos, y (literalmente) a su propia sombra. Se turna con Amélie en el empolle de los huevos, y no tolera la presencia de Junior, salvo para desplegar su cortejo; pero inmediatamente se lanza en su persecución y trata de que se aleje, con picotazos y aletazos; por suerte es el pájaro más torpe volando de los tres.
Walter y Amélie forman una pareja consolidada, no se pelean, y comparten territorio sin ningún problema. Junior sin duda echa de menos su compañía, a menudo va a buscarla, aunque siempre recibe un ataque frontal y conjunto por ello. Claro que, en cambio, es quien más mimos recibe por nuestra parte, y quien más nos demuestra su cariño y afecto. Eso a su vez levanta la envidia de Walter y sobre todo de Amélie, quienes de vez en cuando reclaman su derecho a posarse en nuestras cabezas o manos, y recibir también mimos y caricias.
El único inconveniente de todo esto es que no podemos dejar en el mismo recinto a las tres tórtolas, lo cual es un problema a la hora de ausentarnos de casa.
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