sábado, 18 de septiembre de 2010

Adiós, tortolitas


(Romana dormida sobre el pecho de uno de nosotros)

Y mañana, en unas horas, llegará la separación. Es el momento de que Romana y Paulo cambien de residencia y vivan en el Indiana camp, la granja-escuela cercana a Toledo que regenta mi primo Julio. Para eso nacieron, sin ese fin no habrían nacido, ya que cinco tórtolas es un número demasiado alto como para tener en un piso pequeño de Madrid.

Me da pena, claro. Esta última semana, especialmente, se han hecho querer; Paulo, el más activo, nos busca directamente, volando a nuestras cabezas por gusto o si Walter lo persigue. Romana, más tranquila, nos acompaña en la siesta, tumbados encima de nosotros cuando dormimos en el sofá. Hoy han viajado a Toledo, escala intermedia, sin quejarse por la estrechez de la jaula, y luego, dóciles, se han quedado dormidas en un rincón tranquilo. Ahora serán los niños quienes pondrán sus manitas para ellas se posen, y reciban una caricia o una golosina.

Ojalá sean felices allí, porque las queremos mucho.

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